Tras nuestra última actuación, el curso pasado, en San Cugat del Vallès, al tomar la AP 7, subimos a la caravana y ¡¡¡¡no llegaba gasolina al motor!!!!!!
Me pareció sorprendente que no se hubiese estropeado días antes, ni días después, sino en el preciso momento de terminar nuestra función, ya con más de 20.000 km recorridos.
No sé qué nombre darle a este suceso o cómo racionalizarlo, pero es alucinante que se rompiera la bomba de inyección en ese instante; como si dijera ¡¡¡¡hasta aquí llegué!!!! Fue genial, porque no falló a la mitad de nuestro calendario sino ¡¡¡justo al final!!
En esta gira se ha evidenciado que “Quijote. R2D2 y el caballero de la triste figura”, ha supuesto un acierto, pues crece a medida que va haciendo historia en los escenarios.
La novedosa lectura de esta obra, al vincularla a la mecánica cuántica, es visionaria. Escuchar a los jóvenes decir que «ahora leerán el Quijote con otros ojos”, que “nunca hubieran pensado eso de esta novela” o que “lo han pasado estupendamente, pese a que venían creyendo que se aburrirían”, es algo que nos hace sentir pletóricos.
Podría contar miles de anécdotas alrededor de esta obra, pero, lo más increíble es que, desde hace un tiempo, mientras actuamos, siento que volvemos a poner esta novela en la palestra, pero, ahora, bajo una mirada totalmente diferente, una mirada que, pronto, estará presente en otras nuevas interpretaciones de esta gran obra literaria. Siento que sí, que hacemos historia.
Siempre cuento a nuestro joven público, antes de empezar la función, lo que un chico me escribió por Instagram: le había pedido disculpas a su padre adaptando el monólogo del perdón de Alonso Quijano. Al parecer, esto hizo que la relación cambiase entre ellos muchísimo y positivamente.
Si Cervantes pudiera conocer que, mediante un texto suyo de hace 400 años, la relación entre un padre y un hijo, en este milenio, mejora… creo que habría tenido un “flipante subidón”; algo que, quizás, le hubiese ayudado a vivir aquellos años, algunos de los cuales fueron muy duros para el autor.
Desde octubre, que empezamos con el curso lectivo en la provincia de Álava, hasta hoy, hemos recorrido más de 11 comunidades autónomas y hemos realizado más de 70 representaciones. ¿Es un esfuerzo? Sí, claro, sobre todo cuando te toca recorrer más de 500 km, pero, en ese momento, te acuerdas de las muestras de agradecimiento, como la de esa profesora emocionada que te cuenta: “Os vi cuando tenía 15 años y aquí estoy con el alumnado de mi instituto”.
O la joven que se acerca sonriente a darte dos besos y decirte “flipante”. O esa otra profesora que apareció al acabar el espectáculo, en la Sala Calassanç de Barcelona. Traía dos tallas de madera, el Quijote y Sancho y nos las entregó delante del público “para agradecernos tantos años de resultados positivos con sus estudiantes”.
Con estos gestos se te va el cansancio y, entonces… ¡¡¡¡coges carretera y manta!!!!
Por suerte, la motivación está en los aplausos y en los gestos inesperados que vivimos a diario, como el de una estudiante de Güimar, Canarias, al preguntarnos: “¿Cómo os sentís al hacer feliz a tanta gente con vuestro trabajo?”
Pues, fantásticamente, la verdad… Y es así.